Llega un momento a lo largo de la adolescencia en el que no paramos de oír lo mismo: ¡cómo hemos crecido, qué mayores estamos ya! La característica más visible entre las personas de nuestro alrededor es la del crecimiento físico, pero no se dan cuenta de lo que hemos cambiado como personas.
Durante la pubertad y en la adolescencia evoluciona nuestra manera de ver el mundo y, es más, de vernos a nosotros mismos. Nos buscamos, nos deseamos e investigamos de forma diferente. También expresamos nuestras emociones más a menudo y con mayor energía y, aunque suene negativo, tomamos decisiones de manera impulsiva. Al mismo tiempo, en mayor o menor medida, nos imaginamos a nosotros mismos en el futuro: dónde viviremos, qué haremos para ganarnos la vida, a quién querremos… Son años cruciales antes de pasar a ser adultos, ese escalón de la vida que nos parece tan lejano, pero al que algún día llegaremos (y en el que haremos lo que queramos, ¡por fin!).
¿Qué está ocurriendo? No solo cambia nuestro cuerpo, sobre todo lo hace nuestro cerebro. Así que no está de más aprender algo más sobre su funcionamiento. Aunque a la comunidad científica le queda mucho por desentrañar sobre nuestro sistema nervioso central, poco a poco va comprendiendo las claves de sus secretos gracias a su labor investigadora. También de cómo el cerebro interviene sobre nuestra salud mental. Vamos a conocerlas.
1. Tu cerebro continúa desarrollándose durante la adolescencia
Durante un periodo de unos 20 años, desde el útero materno hasta que conseguimos la autonomía propia de una persona adulta, nuestro cuerpo aloja un complejo y pausado proceso de maduración cerebral, también conocido como neurodesarrollo. Una evolución programada en tus genes y de la constante interacción con el medio que también darán forma a tu cerebro: la relación con tu familia, las actividades que realizas con tu grupo de amigos, el deporte que practicas o el tiempo que pasas en el instituto.
Vivimos alrededor de dos décadas levantando una estructura, el cerebro, que tendrá repercusiones en nuestro futuro. Mientras aumentan su tamaño y las conexiones entre neuronas, en los primeros años de nuestra infancia aparecen las facultades y habilidades relacionadas con el movimiento, el lenguaje o el manejo de utensilios. Más tarde, los cambios producidos por las hormonas que despiertan con la pubertad moldean nuestro cerebro y desaparecen muchas conexiones neuronales, como si se podara un árbol, quedándose las más importantes para nosotros, mientras se conectan áreas alejadas entre sí.
Nuestro cerebro alberga 86 mil millones de neuronas que generan 900 billones de conexiones. Estos circuitos trazarán nuestros patrones de pensamiento y gustos que, junto a nuestras experiencias, definirán nuestra personalidad.
2. La plasticidad del cerebro para potenciar la salud mental
Nuestro cerebro no es una caja estática, sino que se adapta al mundo, guarda y borra recuerdos o aprende nuevas habilidades. Los investigadores llaman “plasticidad” a la capacidad adaptativa del sistema nervioso para modificar su propia organización estructural y funcional.
Todo esto podemos potenciarlo reorganizando los circuitos neuronales a través de las experiencias que vivimos. Cuanto más complejas sean nuestras acciones, más circuitos entrarán en juego, mayor coordinación habrá entre ellos y más reforzados saldrán. Aquí juegan un papel central la práctica de algún deporte, el aprendizaje de idiomas o las actividades creativas como la música, la pintura, el baile o la escritura. En definitiva, cabe pensar que siempre será positivo desenvolver nuestra vida en un medio que ofrezca estímulos que mantengan el cerebro activo para consolidar circuitos cerebrales sanos y eficaces.
Por ejemplo, se ha demostrado que la música aporta efectos positivos en nuestras funciones cognitivas y que la práctica de un instrumento conlleva la mejora de una variedad enorme de habilidades y facultades. Nuestro cerebro se desarrollará igualmente aunque no toquemos un piano ni aprendamos los acordes de una guitarra, pero los estudios científicos indican que existen ventajas que conllevan, a la larga, una buena salud mental.
3. El cerebro social y los hábitos saludables
La inclinación por vivir en grupos de personas ha resultado beneficioso en la evolución de nuestra especie. Existen diversas zonas cerebrales vinculadas directamente con las relaciones sociales. De aquí nace el concepto de cerebro social, que integra y entremezcla los procesos emocionales y cognitivos que utilizamos para interactuar con nuestro entorno y expresar tanto nuestras emociones como interpretar las de los demás.
Desde el campo de la psiquiatría se conoce que un aislamiento social prolongado puede llevarnos a sufrir trastornos como la depresión. El deterioro de la cognición social de nuestro cerebro puede resultar en una representación aberrante de la realidad y en síntomas psicóticos. Mantener contactos cercanos y sanos que nos hagan sentir completos y realizados, especialmente los grupos de amigos, son vitales para una buena salud mental.
Por último, y no menos importante, hábitos saludables como la práctica de deporte, una buena alimentación o dormir suficiente, también aportan beneficios a nuestra salud mental. Especial atención debe tenerse ante la reducción de horas de sueño, que podría ser un factor en la aparición de determinados trastornos mentales. Distintos estudios demuestran que las personas que padecen un insomnio crónico tienen mayor riesgo de desarrollar síntomas psiquiátricos como depresión o ansiedad. Incorporar ejercicio físico a nuestra rutina y evitar comida malsana o bebidas alcohólicas ayuda a conciliar el sueño al final del día.
4. Cuando algo no sale bien: es normal sentir malestar
No solo los adultos sufren pérdidas o conflictos que producen un impacto emocional. En la adolescencia pueden suceder cosas importantes que pueden cambiar nuestra vida. Una mudanza a otra ciudad, el fallecimiento de un familiar querido que nos comprendía, un accidente de coche, un acontecimiento que cambie nuestra salud… Todas son importantes y es normal sentirse mal.
En ocasiones nos guardamos el desasosiego y malestar, sintiéndonos tristes, sin ganas de hacer nada o con sensación de falta de energía. Otras veces lo expresamos hacia fuera con irritabilidad, agresividad o haciendo muchas cosas sin parar. Cuando la preocupación y la angustia son difíciles de transmitir con palabras también pueden llegar a manifestarse de forma somática, es decir, con malestar físico, dolor de cabeza, náuseas, etc.
Son síntomas habituales y, en la mayoría de casos, son transitorios y duran poco tiempo. Sin embargo, otros empeoran y pueden relacionarse con el desarrollo de un futuro trastorno mental. Entre los factores más importantes del empeoramiento de estos síntomas se encuentran el consumo de drogas como el alcohol, el tabaco o el cannabis, entre muchas otras. Por ejemplo, existen evidencias del efecto nocivo sobre la salud mental en el uso diario de cannabis, que podría llegar a potenciar la aparición de trastornos psicóticos y sufrir alucinaciones.
5. Muchos trastornos mentales surgen en la adolescencia
Que nuestro cerebro adolescente se encuentre aún en desarrollo tiene ese lado atractivo: elegimos qué habilidades potenciar activando nuestros circuitos neuronales. Sin embargo, también trae una mala noticia: los cambios continuos en nuestro cerebro adolescente pueden hacernos más vulnerables a problemas de salud mental.
De hecho, los expertos señalan que la mitad de los trastornos mentales que nos afectan a lo largo de la vida comienzan en la adolescencia. En muchas ocasiones se manifiestan después de vivir una situación de estrés o por el consumo de drogas.
Aunque nuestro cerebro en estas edades sea más susceptible no implica que seamos culpables de su aparición. Por ejemplo, diversos estudios de neuroimagen muestran cambios morfológicos y volumétricos del cerebro en personas que sufrieron maltrato durante la infancia, una situación extrema por la que la víctima, claramente, no es responsable en ningún caso.
6. Conocer los trastornos mentales para combatir el estigma
Todas las personas somos susceptibles de desarrollar trastornos mentales por nuestra genética, por alguna circunstancia de nuestras vidas, cuyo control no depende de nosotros, o por influencia de hábitos inadecuados que fomentan su inicio. Sea cual sea el caso, como individuos de la sociedad necesitamos eliminar los prejuicios y el estigma hacia las enfermedades mentales y conocer sus tratamientos.
¿Es negativo comunicar o identificar la posibilidad de desarrollar un trastorno mental? Los niños y adolescentes con trastornos del neurodesarrollo tienen de tres a seis veces más probabilidades de tener otros trastornos mentales como ansiedad, depresión o comportamiento antisocial. Además, estos no se suelen reconocer, diagnosticar o tratar a tiempo por diversas razones, como son el desconocimiento, el rechazo social o el estigma.
Dada la importancia de su aparición en edades tempranas, el tratamiento podría ser menos efectivo en el cerebro adulto que durante la adolescencia. La intervención terapéutica funciona de manera diferente si eres un niño o un adulto y depende de la etapa en la que se inicie. Por ello, la detección precoz y la atención temprana son fundamentales. También lo es identificar síntomas uno mismo y comunicarlos a las personas con las que convivimos. No ya solo para comenzar el proceso de tratamiento profesional, sino para ayudar a familiares o amigos a reconocer la posibilidad de estar sufriendo un trastorno.
¿Cómo podemos identificar estos síntomas? El primer paso sería eliminar el miedo a comunicar nuestras preocupaciones en consulta médica o psicológica. Mientras los especialistas nos ayudan a superar este momento con tratamientos que nos aliviarán, es tarea de la neurociencia estudiar el sistema nervioso y comprender qué sucede en nuestro cerebro con todas las herramientas que los avances científicos disponibles permitan. En MenteScopia desglosaremos y explicaremos las características de una serie de condiciones, psicopatologías y trastornos mentales a partir del conocimiento científico y con la ayuda de expertos de CIBERSAM (Centro de investigación biomédica en red de salud mental).
MenteScopia un proyecto multimedia para divulgar información sobre enfermedades mentales y su prevención. Una apuesta por la educación en salud mental dirigida a la población adolescente y que conciencie a pacientes, familias y otros sectores sociales.
Una iniciativa organizada por PsyNal (Grupo de Psiquiatría Traslacional) y CIBERSAM (Centro de Investigación Biomédica en Red de Salud Mental) con la colaboración de FECYT – Ministerio de Ciencia e Innovación.
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