Cuatro cosas que no son TOC

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Como ya hemos visto en menteScopia, el trastorno obsesivo-compulsivo (TOC) es una condición por la cual una persona queda atrapada en un ciclo de obsesiones, que causan ansiedad, y compulsiones, también conocidas como rituales, que se utilizan para intentar eliminar el malestar.

Cuando utilizamos los términos «obsesivo» y «compulsivo» de forma incorrecta, se produce un malentendido sobre este trastorno, lo que puede llegar a menospreciar y trivializar el verdadero sufrimiento que puede causar. Por ello, apuntamos cuatro cosas que tienen poco que ver con lo que realmente es el TOC.

 

Primera: no es una elección

 

Los rasgos obsesivos y compulsivos por sí solos no son una enfermedad mental. Todos tenemos cosas con las que podemos obsesionarnos en un momento dado. Por ejemplo, reproducir constantemente una entrevista de trabajo reciente en nuestra cabeza, examinar cada detalle sobre lo que la otra persona piensa o reescribir el mismo párrafo una y otra vez para asegurarnos de que está perfecto.

El cerebro de una persona con TOC funciona de manera diferente, quedando «atascado» en un pensamiento. Y estos pensamientos acaban vinculados a una intensa ansiedad que le impulsa a realizar comportamientos compulsivos como única forma de escape. Se suele pensar que una persona con TOC limpia su cocina de manera obsesiva porque le gusta que esté impecable. Sin embargo, la realidad es que se siente abrumada por la ansiedad y el miedo sobre lo que podría suceder si continúa sucia o no tan limpia.

 

Para ponernos en el lugar de una persona con TOC, debemos imaginarnos estar consumidos por algo que, literalmente, no nos deja pensar en nada más, hasta el punto de encontrarnos atrapados en pensamientos y preocupaciones que no te permiten ir a trabajar, reunirte con amigos o incluso salir de casa. Es decir, que nuestro cerebro esté en modo acelerado y completamente enfocado en una única cosa.

 

Segunda: no es una peculiaridad

 

El TOC no es una característica de nuestra personalidad o de nuestros gustos que se pueda considerar como algo peculiar. No es cómo ordenar libros por colores o tamaños para conseguir una armonía. Tampoco lo es preocuparse de usar de forma incorrecta la esponja para lavar platos y otra para las encimeras, ya que, si nos equivocamos, tiraremos la esponja y compraremos una nueva.

Para alguien con TOC, no hay un momento obvio de «problema resuelto». Una vez desencadenado, necesita realizar un elaborado ritual para deshacer el “error cometido”. Por ejemplo, podría llevarle a limpiar la misma esquina de la encimera de la cocina repetidas veces por miedo a lo que sucederá si no lo hace, como contagiarse de algo o incluso transmitir una enfermedad a alguien de su familia. Incluso sabiendo que no es cierto. Por tanto, el TOC no deja espacio a la lógica o la racionalidad, porque, en realidad, se trata de ansiedad.

En ocasiones, la mente de una persona con TOC puede divagar hacia el peor resultado posible en una determinada situación. Como ejemplo, esta podría imaginar quedar atrapado para siempre en un ascensor o en un autobús atascado en mitad del tráfico y cómo sufriría el hecho con otros pasajeros. Un tipo de pensamiento de «día del juicio final» que acaba siendo el pan de cada día. El cerebro no puede evitar ir a ese lugar oscuro y profundo, sin importar la situación, por muy horrible que sea.

 

Tercera: no es una obsesión por la limpieza

 

Así es como el término TOC se ha representado y simplificado demasiado a menudo en la cultura popular, junto a la imagen de individuos en constante tensión, estado de irritabilidad o inflexibilidad antes situaciones de aparente desorden. Son muchas las ideas equivocadas alrededor de los trastornos mentales que alimentan el estigma. Estos mitos pueden ser igual de devastadores para una persona y su familia que los de cualquier otra enfermedad: interrumpen vidas, desvían planes y, en casos extremos, pueden llevar a una persona a quitarse la vida.

La diferencia más grande entre ser obsesivo y tener TOC radica en si una obsesión interfiere con tu funcionamiento diario. Es decir, cuando los pensamientos obsesivos comienzan a interrumpir la capacidad de llevar a cabo actividades normales o provocan comportamientos compulsivos en respuesta a ellos. Por lo general, las personas que sufren de TOC se sienten muy molestas y preferirían no tenerlos, pero les resulta muy difícil silenciarlos.

 

Cuarta: no es algo con lo que bromear

 

A pesar de la gravedad del trastorno obsesivo-compulsivo (TOC) y otros trastornos mentales, muchas personas no buscan ayuda por el estigma. En nuestra sociedad actual se afronta el cáncer públicamente, pero no ocurre lo mismo con las enfermedades mentales. De hecho, se llega a ocultar a amigos y familiares por el temor a sentirse “defectuoso”, a pesar de que un sólido apoyo social, por lo general, es lo que ayuda a que el tratamiento funcione.

Junto a esto, el TOC suele ser el trastorno con el que más se bromea. Y esto es parte del problema, porque perpetúa la idea de que algo que se puede superar sin más y que no conseguirlo muestra debilidad. Porque, en realidad, el TOC es tratable, así como es posible recuperarse y llevar una vida plena y productiva. Muchas personas responden bien a la terapia, algunas a la medicación y otras a una combinación de ambas.

Por desgracia, a muchas personas les cuesta muchos años desde el inicio de los síntomas hasta obtener acceso a un tratamiento efectivo. Adultos encuestados por la fundación internacional TOC (International OCD Foundation) revelaron que les tomó un promedio de 14 a 17 años encontrar un tratamiento efectivo. Por ello, es necesario romper el ciclo de estigma e insensibilidad, para que este trastorno mental no carcome la vida de quienes lo sufren.

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