
La infancia y la adolescencia son etapas de máxima vulnerabilidad. Nuestro cerebro puede sufrir alteraciones en su normal desarrollo y funcionamiento con graves repercusiones en el resto de la vida. Desde MenteScopia lanzamos algunas cuestiones para abordar la importancia de la salud mental entre la juventud y las aportaciones de la investigación científica.
Somos nuestro cerebro. La suma de percepciones, sentimientos, pensamientos, decisiones o anhelos que nos identifican como personas es el resultado final de su complejo funcionamiento. Las sublimes creaciones surgidas a lo largo de la historia de la humanidad se han originado tras la interrelación de miles de millones de conexiones de neuronas y células gliales en su interior. Por este complejo órgano se han esbozado las ficciones más cautivadoras, las civilizaciones de mayor esplendor o, entre otras muchas proyecciones de gran calado en nuestra especie, los grandes proyectos que nos dirigen hacia un mundo mejor.
Cuando nuestro cerebro se desarrolla con normalidad propicia un estado de salud mental y bienestar. Sin embargo, con cierta frecuencia y en determinadas situaciones, sufre modificaciones que interfieren y distorsionan nuestra percepción de la realidad y nuestro estado de ánimo y comportamiento. Aparecen así los síntomas o signos de malestar mental.
Si estos se acumulan y aumentan su gravedad, acarrean un gran sufrimiento y una disfunción que dificultan la capacidad para situarnos o desarrollarnos como individuos y como miembros de la sociedad que necesitan relacionarse con otras personas. En definitiva, perdemos el bienestar mental y sufrimos. Nuestro cerebro pierde su fineza funcional.
Los trastornos mentales son comunes, más de lo que podríamos llegar a pensar. Cerca de 450 millones de personas están afectadas por un trastorno mental o de la conducta, según la Organización Mundial de la Salud (OMS). Solo en España, se estima que una de cada cuatro tiene o padecerá algún problema de salud mental a lo largo de su vida. Aun así, hablamos poco sobre ello y cómo nos afecta, sobre todo en la etapa de la adolescencia
¿Qué es eso de la salud mental? ¿Y un trastorno mental?
No tendremos salud sin salud mental. La OMS la define como “un estado de bienestar en el que la persona realiza sus capacidades y es capaz de hacer frente al estrés normal de la vida, de trabajar de forma productiva y de contribuir a su comunidad […] es el fundamento del bienestar individual y del funcionamiento eficaz de la comunidad.” Ahí se llega a través de una compleja y continua interacción, de manera única para cada individuo, entre factores genéticos, biológicos, psicológicos, ambientales y sociológicos, que acaba teniendo un impacto en el día a día de nuestro cerebro.
La adquisición y desarrollo de capacidades cognitivas y emocionales se sustentan sobre el funcionamiento regular del cerebro. Estrés, tristeza, ansiedad, frustración, decepción… experimentamos síntomas que no deben interpretarse a la ligera como enfermedades o trastornos mentales, ya que constituyen reacciones esperables, habituales y, en el mejor de los casos, temporales. Cualquier persona ante determinadas situaciones o acontecimientos de la vida los tiene.
En el caso de que esos síntomas se expresen con mayor gravedad y se mantengan en el tiempo, deberíamos considerar y consultar la posibilidad de que exista un trastorno mental: depresión mayor, trastorno de ansiedad, psicosis, trastorno bipolar… Su manifestación conlleva síntomas y sufrimiento personal de las personas que la padecen, e irremediablemente, afecta a su entorno, como sus amistades y sus familias.
En este contexto, apostar por la educación en salud mental durante la adolescencia es abogar por el bienestar social. Resulta vital la formación y la educación dirigida tanto a quienes se ven afectados por estos trastornos como a las personas de su entorno, que con tanta frecuencia les cuesta identificar, reconocer y comprender lo que ocurre.
¿Por qué la salud mental es tan importante durante la adolescencia y juventud?
La adolescencia e inicio de la edad adulta es un periodo vital crítico para la salud mental de la persona. El 70% de los trastornos se manifiestan con sus primeros cambios o síntomas antes de los 18 años. Según el II Barómetro Juvenil de Salud y Bienestar de la FAD, publicado en 2019, casi la mitad de la población joven española de entre 15 y 29 años (48,9%) considera que ha tenido algún problema de salud mental.
Las consecuencias a largo plazo son directas. La aparición de enfermedades mentales en la infancia y la adolescencia se asocia con una amplia gama de complicaciones en la edad adulta. Pueden interferir, muchas veces de forma temporal, en el desarrollo de una vida plena. La mayoría tiene su comienzo antes de la mayoría de edad, aunque los síntomas claros aparecen pasado un tiempo.
La identificación de forma precoz, es decir, durante la adolescencia, reduce su impacto y asegura una mayor calidad de vida. Las acciones dirigidas a preservar y mejorar la salud mental de este grupo de edad acaban asociándose con un avance psicosocial, mejores logros académicos, mayor integración entre personas de su alrededor, reducción del comportamiento de riesgo y mejor salud física. La salud mental en una etapa temprana de la vida será crucial para las futuras relaciones sociales o la productividad económica, entre otras muchas cuestiones. No ya sólo de manera personal, sino también la de familias y el entorno con los que comparten espacio social. Para conseguir estos objetivos, una de las mayores apuestas se encuentra en la detección e intervención temprana.
Intervención temprana y tratamiento precoz
En medicina la detección y la intervención temprana son clave. La prevención reduce, por una parte, la probabilidad de que aparezcan problemas de salud mental y, por otra, en caso de que ya se hayan desarrollado, sus consecuencias negativas. Todo en aras de mejorar las expectativas de futuro de la persona afectada.
La prevención es un asunto particularmente importante, ya que en determinados casos la evolución de esos problemas puede llevar a un curso crónico y una discapacidad sustancial. Desde una profunda convicción por la promoción de la salud, la atención temprana concentra sus esfuerzos en el diagnóstico precoz, el tratamiento eficaz y la limitación de la discapacidad.
De esta forma existe evidencia de que las medidas preventivas son eficaces para reducir la incidencia y la posible discapacidad en una amplia gama de enfermedades mentales como la depresión, la psicosis, la ansiedad y los trastornos de conducta. El conglomerado de tratamientos que lo hacen posible no se podría entender sin las aportaciones del conocimiento científico y el trabajo de cientos de equipos de investigación de todo el mundo
¿Qué investiga la neurociencia? ¿La mente o el cerebro?
Conocer la mente es conocer el cerebro. Sentimientos, pensamientos, ansiedad, deseos, capacidad de planificación, inteligencia, inteligencia emocional…todos los procesos mentales son resultado de su compleja organización y su funcionamiento.
El cerebro forma parte del sistema nervioso central que, a su vez, trabaja muy conectado con el resto del cuerpo y con la información que recibe de nuestro entorno. Se compone de miles de millones de neuronas que conforman otros miles de millones de conexiones en un entramado de circuitos cerebrales. Estos producen miles de funciones derivadas de infinidad de procesos genéticos y experiencias aprendidas. De su estudio, surge y evoluciona la neurociencia.
La neurociencia es un campo científico que observa y describe cómo funciona el sistema nervioso. Es más, avanza a pasos agigantados, con un futuro aún más prometedor. Sus hallazgos están cambiando la visión sobre el cerebro de manera drástica, lo que nos permite conocer mejor los mecanismos biológicos implicados en las enfermedades neurológicas y psiquiátricas.
Los resultados de la investigación en neurociencia sugieren que un trastorno mental no es el resultado de un evento puntual, sino que emana de una cadena de múltiples causas en la que genética, ambiente y estilo de vida tienen mucho que decir en el desarrollo de una psicopatología. Aunque las causas son variadas y extensas, un trabajo estresante o una rutina complicada en casa, por ejemplo, pueden desencadenar su inicio junto a procesos bioquímicos y neuronales.
¿Genética o contexto/ambiente? Ambos
Entender el origen genético en la aparición de trastornos mentales es uno de los pilares del presente y del futuro. En la última década, gracias a diversos estudios se pudo comprobar que el riesgo de desarrollar una psicopatología no dependía de la acción individual de uno o varios genes, sino que cientos de ellos podrían aportar factores de riesgo. Algunos ejemplos los encontramos en la esquizofrenia y la bipolaridad.
Más allá de la genética, nos topamos con otros elementos: el barrio donde vivimos, el estrés social, la polución, la alimentación, el ejercicio físico, el consumo de drogas… Interaccionamos con una enorme cantidad de factores que influyen en la biología cerebral y, por lo tanto, en nuestra salud mental. Entre otros muchos casos, hay mayores probabilidades de desarrollar trastornos de la personalidad o algunas enfermedades psiquiátricas tras crecer en hogares o entornos poco estimulantes o sufrir malos tratos durante la infancia. Para tomar mejores decisiones en la mejora de la salud y la prevención de enfermedades de los pacientes, desde el punto de vista sanitario también deben considerarse las complejidades sociales, económicas y ambientales.
Originado como concepto en 2005 en el campo de la epidemiología molecular, el exposoma hace referencia al conjunto de factores de riesgo que afectan a la salud de las personas por su entorno y hábitos de vida, complementando al genoma. Por el momento, la aproximación a esta perspectiva es aún escasa en psiquiatría y queda mucho camino por recorrer. No obstante, es un área de máximo interés, no ya sólo en el mundo de la investigación sino también en el de la educación.
Educar para superar el estigma
Una persona deprimida, ¿tendrá que lidiar con la depresión el resto de su vida? Los prejuicios ante el trastorno y la salud mental son latentes en la sociedad actual. A diario nos tropezamos con la noción errónea de que la enfermedad mental es permanente y que la persona que lo sufre ha hecho algo ¨mal¨en su vida o se lo ha ¨buscado¨. Nada más lejos de la realidad. La enfermedad mental afecta a cualquier grupo socioeconómico y los tratamientos ayudan a los pacientes a dejarla atrás y poder llevar una vida plena.
Nadie es culpable de tener un trastorno mental. Hoy día existen tratamientos, tanto farmacológicos como psicoterapéuticos, que ayudan a superarlos. A pesar de los avances en tratamientos y prevención, persiste aún la falsa percepción de que no existe solución contra las enfermedades mentales.
Recae especialmente en el caso de la infancia y la adolescencia, etapas decisivas del desarrollo. Se piensa que niñas y niños carecen de problemas de salud mental o que no pueden sufrir un episodio depresivo, lo que conlleva una estigmatización y un rechazo nocivos por parte de los demás.
El estigma en salud mental afecta a miles de vidas, incluidas las de su entorno. El miedo a ser etiquetado y estigmatizado afecta a la disposición de reconocer y expresar el sufrimiento que le produce su psicopatología y, por tanto, frenar la posibilidad de buscar tratamiento.
La educación es la herramienta más poderosa para crear conciencia y así reducir el estigma y la discriminación de las personas que sufren de alguna psicopatología. Promover un estilo de vida saludable, la detección y la atención tempranas, prevención del suicidio o del consumo de sustancias estupefacientes… Comunicar los relevantes avances en el conocimiento del funcionamiento del cerebro y de sus enfermedades procuran una mejor salud mental de la población y, a la postre, de un mayor bienestar social.
MenteScopia un proyecto multimedia para divulgar información sobre enfermedades mentales y su prevención. Una apuesta por la educación en salud mental dirigida a la población adolescente y que conciencie a pacientes, familias y otros sectores sociales.
Una iniciativa organizada por PsyNal (Grupo de Psiquiatría Traslacional) y CIBERSAM (Centro de Investigación Biomédica en Red de Salud Mental) con la colaboración de FECYT – Ministerio de Ciencia e Innovación.
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