José L. Benítez Ortega, psicólogo clínico, describe el trastorno de la comunicación social como una dificultad para usar el lenguaje en situaciones sociales, a pesar de un vocabulario y pronunciación correctos. Las personas afectadas tienen problemas para adaptarse al contexto y entender las emociones de los demás.
¿En qué consiste el trastorno de la comunicación social?
Cuando se dice que una persona tiene un trastorno que afecta a la comunicación o al lenguaje tendemos a pensar que esa persona puede tener dificultades para comprender o decir correctamente las palabras o las frases, o para construir dichas frases correctamente, de manera que pueda hacerse entender. Las personas con un trastorno de la comunicación social, sin embargo, en la mayoría de los casos, conocen tantas o más palabras que cualquier otra persona, las pronuncian tan bien e incluso con mayor corrección, y suelen ser capaces de combinar esas palabras de la forma adecuada para expresar ideas sencillas o complejas, construyendo frases sintácticamente correctas. Su dificultad en el uso del lenguaje es de otro tipo: afecta al uso social del lenguaje.
El lenguaje es, básicamente, una herramienta. Una herramienta mucho más compleja y sofisticada que la mayor parte de las herramientas que usamos, pero una herramienta al fin y al cabo. Y, como todas las herramientas, puede usarse para fines distintos. Frecuentemente usamos el lenguaje para realizar tareas que no tienen que ver con nuestras relaciones con las demás personas. Así, podemos usar el lenguaje para anotar en nuestra agenda lo que tenemos que hacer, o para escribir las instrucciones de uso de cualquier aparato, para pedir en una tienda lo que necesitamos, o para decirle a un mecánico qué le pasa a nuestro coche. Pero también es muy frecuente que usemos el lenguaje para relacionarnos de un modo específico con otra persona. Nos estamos refiriendo, por ejemplo, a cuando usamos el lenguaje para saludar, para bromear, para negociar o llegar a acuerdos, para convencer a alguien de que haga algo, para expresar a los demás nuestros afectos, para conseguir que se pongan de nuestro lado o que vean algo como nosotros lo vemos, para despistar o distraer al otro y que no se dé cuenta de algo que no nos interesa que sepa, para conseguir un empleo, para seducir a la otra persona, para expresarle nuestro enfado con ella, para ofrecer o pedir ayuda o colaboración, etc. Cuando se habla de la comunicación social se está hablando de este segundo uso del lenguaje, del uso del lenguaje como una herramienta para conducir hacia fines concretos nuestras relaciones con otras personas. Por tanto, el trastorno de la comunicación social (también llamado trastorno pragmático de la comunicación) consiste en la dificultad notable que tienen algunas personas para usar el lenguaje (tanto el verbal como el no verbal) como una herramienta que les sirva para conducirse de forma eficaz en sus relaciones con los demás, a pesar de que dichas personas pueden tener un vocabulario, una pronunciación y una capacidad para construir y combinar frases tan buenos como cualquier otra persona.
En algunos casos estas alteraciones en la comunicación social pueden darse acompañadas de otras alteraciones en el desarrollo evolutivo, tales como comportamientos muy rígidos y repetitivos, intereses extraños y muy restrictivos o reacciones anómalas a estímulos sensoriales simples (olores, sabores, texturas, etc.). En estas personas, sus dificultades en la comunicación social forman parte de un síndrome más amplio que puede diagnosticarse como un trastorno del espectro autista.
¿Qué dificultades concretas tienen las personas con una alteración de la comunicación social?
Las dificultades concretas a través de las cuales se manifiesta el trastorno de la comunicación social son múltiples y no necesariamente se dan todas juntas en las personas afectadas. Para estas personas puede ser muy difícil…
Adaptar el lenguaje al tipo de relación que se esté dando en cada momento.
No hablamos igual cuando nos dirigimos a un adulto que cuando hablamos a un niño muy pequeño; también nos expresamos de forma diferente cuando hablamos con personas conocidas y cuando hablamos con desconocidos; asimismo, hablamos de manera diferente en contextos formales y en contextos más informales. Las personas con una alteración en la comunicación social suelen mostrar dificultades a la hora de ajustar su forma de hablar a lo esperado en cada contexto.
Por ejemplo, hay situaciones concretas de relación que pueden ser formales, como cuando un alumno está hablando con un profesor, o cuando se está hablando en una reunión de trabajo; en cambio hay otras situaciones más informales, en las que podemos hacer un uso más coloquial y desenfadado de lenguaje, como ocurre cuando estamos hablando con amigos en nuestro tiempo de ocio, cuando estamos jugando o bromeando en familia, etc. Son contextos sociales diferentes que requieren un uso diferente de la comunicación. En los contextos formales se espera de las personas que se expresen de forma precisa, sin interrupciones injustificadas, con palabras que pueden ser técnicas, completando correctamente todas las oraciones, sin excesos de confianza, sin bromear, etc. En cambio, en los contextos informales resultaría inadecuado hablar igual que en los formales: en un contexto informal se espera que las personas puedan sentirse y expresarse de forma más relajada, se puede ser más descuidado al elegir las palabras, la pronunciación correcta de cada sonido de una palabra no es tan necesaria, se puede bromear, hacer comentarios irónicos, usar el humor en definitiva. Las personas con un trastorno de la comunicación social pueden tener dificultades para diferenciar o identificar qué contextos son más formales y cuáles más informales, y para adaptar su lenguaje a cada uno de estos contextos diferentes. De hecho, suelen mostrar una tendencia a usar un lenguaje igualmente formal aunque estén en situaciones que no lo son. También en los contextos informales tienden a usar un lenguaje muy correcto, usando expresiones largas y complejas, usando un vocabulario muy técnico, preciso, e incluso rebuscado. Esto hace que a veces puedan ser calificadas por otros como personas un tanto pedantes.
Captar y tener en cuenta el lenguaje no verbal de las personas con las que nos comunicamos a la hora de interpretar correctamente lo que esa persona nos está diciendo con palabras.
Lo que otras personas nos dicen no nos lo dicen solo con sus palabras. Los demás también ‘nos hablan’ a través de sus expresiones faciales, sus gestos, sus posturas, su mirada, etc. A esto último se lo conoce como “lenguaje no verbal”. El lenguaje no verbal tiene una importancia crucial en la comunicación social, porque ofrece información muy valiosa para matizar, para concretar, el significado exacto de lo que la otra persona está queriendo decir al hablar. Si las palabras de una persona pueden interpretarse de varias maneras posibles (por ejemplo, si está hablando en serio o si está hablando en broma), su lenguaje no verbal será determinante para que decidamos cómo debemos interpretar esas palabras. Para las personas con un trastorno de la comunicación social puede ser especialmente difícil tener en cuenta ambos tipos de lenguaje simultáneamente, de forma integrada, a la hora de interpretar lo que la otra persona les está diciendo, y muestran habitualmente una tendencia a tener en cuenta únicamente el lenguaje verbal, lo que la otra persona habla, soslayando el lenguaje no verbal. Esto hace que sea más probable que interprete el mensaje que se le está dando de una forma errónea, es decir, que no capte cuál es la verdadera intención de la otra persona al decir lo que le está diciendo.
Usar e interpretar adecuadamente los diferentes tipos de entonación que se usan al hablar para modular el significado de lo que se dice.
Según la entonación que usamos al decir algo, lo que decimos puede ser una afirmación, una pregunta, un comentario irónico, una expresión de sorpresa, etc., aunque las palabras que usemos sean exactamente las mismas. Esa cualidad del lenguaje puede pasar desapercibida por las personas con un trastorno de la comunicación social al interpretar lo que los demás dicen. Al mismo tiempo, pueden tener dificultades para modular ellos mismos lo que quieren decir usando de forma adecuada los diferentes tipos de entonación posibles. En los casos en que esta dificultad se da de forma más intensa, la persona puede mostrar una entonación al hablar que puede ser poco flexible (se usa siempre casi la misma entonación para decirlo todo) e incluso puede resultar extraña o peculiar a los demás.
Hacer inferencias sobre lo que la otra persona puede estar sintiendo o pensando a partir de qué y cómo se está comunicando, y poder anticipar así cuál puede ser su intención más probable.
Los seres humanos, desde nuestra infancia, desarrollamos la capacidad de hacer inferencias sobre qué pueden estar sintiendo y pensando las otras personas con las que nos comunicamos. Estas inferencias se basan tanto en lo que las otras personas dicen como en la manera en que lo dicen (su lenguaje no verbal, su entonación) y la situación o contexto en que lo dicen (qué lugar, qué momento, en presencia de quién o quiénes, etc.). Por supuesto, al hacer estas inferencias, se corre el riesgo de que sean sesgadas o erróneas, pero también es cierto que gracias a esta capacidad de anticipar qué puede haber “en la cabeza”, “en la mente”, de la otra persona, el mundo social se hace más predecible y seguro, y se hace más probable que nuestras relaciones sociales sean funcionales y satisfactorias. Las personas con un trastorno de la comunicación social, sin embargo, muestran una capacidad más limitada que los demás para realizar estas inferencias y, en consecuencia, aumenta mucho la probabilidad de que actúen de un modo inconsistente con lo que está ocurriendo en esa situación, o pueden sentirse muy confusas, desorientadas, en relación con eso que está ocurriendo, teniendo muchas dudas sobre cómo actuar en situaciones cuya interpretación puede ser evidente para el resto de las personas.
¿Cómo se manifiestan las alteraciones en el desarrollo de la comunicación social en la vida diaria?
Pueden manifestarse de forma distinta en cada persona, a través de una o varias de las siguientes conductas o dificultades:
- Tendencia a usar un lenguaje excesivamente formal y detallado.
- Mayor dificultad que las demás personas para comprender los chistes, los comentarios irónicos, las bromas, las frases hechas y, en general, aquellas conversaciones en las que lo que las personas quieren decir no coincide del todo con el significado literal de las palabras y frases que se están diciendo.
- Tendencia a mostrarse especialmente inocente en las relaciones con los iguales. Como consecuencia de lo dicho en el punto anterior, frecuentemente los padres de infantes con dificultades importantes en la comunicación social observan que sus hijos no captan cuándo otros niños están tratando de manipularlos, burlarse de ellos o simplemente exageran al hablar.
- Tendencia a enfadarse con facilidad o con frecuencia cuando se relacionan con otras personas (por interpretar de forma equivocada lo que se está diciendo).
- Hablar de forma insistente de un mismo tema, sin captar las señales que las otras personas pueden mostrar de que se están cansando de hablar siempre de lo mismo.
- Usar expresiones o entonaciones al hablar que a los demás les puede resultar extrañas y que dificultan la comprensión de lo que dicen, o que incluso pueden generar malentendidos, por tratarse de un modo de hablar muy diferente del esperado en esa situación.
- Dificultad para adaptarse a lo que el grupo propone o hace.
- Hacer comentarios inadecuados, que pueden ofender o molestar a los demás, por su dificultad para darse cuenta de que aquello que puede decirse en unos contextos (por ejemplo, en familia), no siempre puede decirse en otros (ante personas desconocidas).
- Tendencia a mostrarse muy inhibido, porque advierte que hay algo de la situación que se le escapa, y opta por no hacer nada, no decir nada, antes que actuar de forma errónea y meter la pata.
Todas estas conductas que acabamos de describir las puede mostrar en alguna ocasión cualquier persona. Solo cuando estas conductas se dan de forma tan frecuente que resulta algo llamativo y dificultan mucho las relaciones con los demás debemos plantearnos que esa persona puede padecer un trastorno de la comunicación social.
¿Qué pueden hacer madres y padres para facilitar el desarrollo de la comunicación social en sus hijos?
Facilitar el acceso al tratamiento profesional.
El trastorno de la comunicación social requiere un tratamiento psicológico realizado por profesionales debidamente formados y acreditados que consiste en el entrenamiento en las habilidades de comunicación específicas que la persona tiene dificultades para desarrollar. Así que, la principal forma de ayudar a un menor que presenta este trastorno es facilitarle el acceso a este tratamiento.
Referirse habitualmente en sus conversaciones con su hija o hijo a los contenidos mentales de las personas.
La forma en que los padres hablan y juegan con sus hijas e hijos puede ayudar a que éstos anticipen y comprendan con más facilidad los pensamientos y sentimientos de los demás. Se ha comprobado que cuando las madres usan palabras que se refieren a pensar y sentir cuando hablan con sus hijos, ayudan a que éstos desarrollen su capacidad de comprender los pensamientos, emociones y comportamiento de las demás personas. Entre las actividades concretas que los padres y las madres pueden hacer para mejorar la comunicación social en sus hijos destacan las siguientes:
Estar atentos a los intereses de su hijo y adapte sus conversaciones y juegos con él o ella a esos intereses.
Para “sintonizar” con los pensamientos y emociones de los demás, los niños deben prestar atención a las otras personas. Será menos probable que su hijo le preste atención si usted le habla de temas o le propone juegos que a su hijo no le interesan. Observe los intereses de su hijo y luego bájese a su nivel para estar cara a cara con él. Esto ayudará a que su hijo le preste atención y se sintonice con su expresión facial. Renuncie por un tiempo a sus propias ideas sobre cómo o a qué debería jugar su hijo, y únase, adáptese, a su juego copiando sus acciones y añadiendo ideas para continuar y compartir el juego de su hijo. Una vez que los dos estén prestando atención a lo mismo será mucho más probable que su hijo escuche cómo usted usa un lenguaje de «sintonización mental”, es decir, cómo usted habla sobre lo que piensan y sienten los personajes que representan en el juego.
Juegos simbólicos de representación de roles.
Este tipo de juegos ayuda a desarrollar la comunicación social porque alienta a los niños a pensar en las perspectivas de otras personas. Cuando los niños aprenden por primera vez a hacer juegos de roles, pretenden ser personas con las que han experimentado en la vida cotidiana: juegan a ser mamá, un médico, un conductor de autobús o una maestra. Manténgase en el personaje que le toca cuando juegue a juegos simbólicos o de roles con su hijo.
Usar libros, cuentos ilustrados, cómics, películas, series, etc. para hablar sobre los pensamientos y sentimientos de los personajes.
Preguntar y hablar a nuestros hijos sobre los pensamientos y sentimientos de los personajes, sus diferentes ideas y reacciones, y lo que los personajes podrían hacer a continuación en la historia ayuda a promover el desarrollo de la comunicación social. Si, al mismo tiempo que señalo la imagen de alguno de los personajes que aparecen en las ilustraciones de un cuento, pregunto a mi hija “¿cómo crees que se está sintiendo este personaje?”, “¿en qué se nota que se está sintiendo así?”, ¿”por qué crees que se está sintiendo así?”, “si se está sintiendo enfadado [o triste, o contento, o asustado, etc.], qué crees que podrá o querrá hacer ahora?”, etc., estaré facilitando que se ponga a sí misma en el lugar de los demás, a ‘observar’ las emociones que pueden sentir, a inferir qué pueden estar pensando, a anticipar cuál será su conducta más probable teniendo en cuenta lo que cada persona piensa o siente. Esto es, estimular el desarrollo de la comunicación social.
Asociar los estados emocionales de los demás a las propias experiencias del niño.
Esto ayudará a que sus hijos comprendan de forma más intuitiva y global el estado mental que pueden tener otras personas en un momento dado. Por ejemplo, si está hablando de un personaje que se ve triste porque perdió su juguete favorito, podría relacionarlo con un momento en que su hijo estaba triste porque perdió algo especial.
Estar atentos a aquellas señales que puede dar el menor de que no ha comprendido de la forma adecuada cualquier situación de interacción social que pueda resultar compleja, para ayudarles en ese momento a hacer una interpretación más adecuada.
No es recomendable sobreproteger a los niños ofreciéndoles todo el tiempo información añadida que ellos pueden buscar por ellos mismos. Conviene esperar a que ellos pidan esa información que pueden necesitar. Sin embargo, cuando un niño no está entendiendo bien una situación de relación social es poco probable que se vaya a dar cuenta por sí solo en ese momento de lo que está pasando. Por lo tanto, será poco probable también que vaya a avisarnos del aprieto en que se encuentra y que nos pida ayuda. En cambio, mostrará algunos comportamientos que serán señales de que no está comprendiendo bien lo que ocurre. Estas señales pueden tener diferentes formas. Ya hemos dicho cuáles pueden ser estas señales o conductas en un apartado anterior: pueden insistir demasiado en hablar de algo o hacer algo a pesar de las muestras más o menos directas de los demás de no estar interesados en ellos; pueden reaccionar con enfado o con otras emociones intensas extrañas o inadecuadas en relación con lo que está ocurriendo; pueden mostrarse muy inhibidos o evitativos; puede dar respuestas o hacer comentarios que no tienen mucho que ver con el tema del que se está hablando, etc. Ante estas señales, madres y padres podemos intervenir para dirigir la atención de nuestra hija hacia elementos del entorno que le ayudarán a interpretar mejor lo que está ocurriendo, darle aquella información que el menor puede no haber captado del contexto y que necesita para interpretar o comprender de la forma adecuada cualquier situación de interacción social que resulte demasiado compleja para él o ella. Y si esto no es suficiente para que ellos elaboren por sí solos una interpretación más adecuada, si es necesario para evitar un problema mayor, podemos ofrecerles directamente nosotros mismos nuestra interpretación de lo que está ocurriendo, de modo que tengan la información necesaria para reaccionar de un modo más adecuado en esa situación.
Bibliografía consultada
- American Psychiatric Association. Diagnostic and Statistical Manual of Mental Disorders, Fifth Edition, Text Revision [Internet]. Washington, DC: American Psychiatric Association; 2022. Available from: https://ebooks.appi.org/epubreader/diagnostic-statistical-manual-mental-disorders-fifth-edition-text-revision-dsm5tr
- Organización Mundial de la Salud (OMS) 2019/2021. Clasificación Internacional de Enfermedades, undécima revisión (CIE-11). https://icd.who.int/browse11 . Licencia de Creative Commons Attribution-NoDerivatives 3.0 IGO (CC BY-ND 3.0 IGO).